domingo, 1 de julio de 2012

Atardecer en Barcelona




El sol comenzaba a caer, pero el día aún no había hecho más que empezar. 


Dorotea y Timotea, ambas disfrutando de la tarde, iban degustando un maravilloso helado de frambuesa con frutas del bosque por las calles de Barcelona. El ambiente era propio de una tarde calurosa de principios de verano, cuando las flores de primavera comienzan a dejar paso al dorado del trigo. Por lo tanto, Dorotea no podía ser más feliz. Respiraba felicidad a cada segundo. 


De pronto, Timotea sugirió que se acercaran un momento a las Ramblas, ya que recordó que quería comprar un libro que le llamó la atención la semana pasada. Y, mientras paseaban tranquilamente por las bulliciosas Ramblas, Dorotea advirtió un pequeño grupo de gente que se arremolinaba en torno a un curioso personaje. Aquel hombrecito iba disfrazado de trovador, y acompañado de una pequeña lira (las cuales poco se veían ya), entonaba una dulce canción cuyo tema era, cómo no,  el de un galante caballero en busca de una casta dama. Toda esta escena, junto a las caras de emoción de un público embelesado, produjo una bonita sonrisa en el rostro de Dorotea. Pero dentro de esa sonrisa se escondía mucho más, ya que, sin saber porqué, Dorotea de pronto recordó el rostro de su abuela, la suave voz de su abuela contándole historias que, probablemente, llevaban muchos siglos visitando los hogares de muchas familias. E, inevitablemente, le sobrevino una gran sensación de añoranza y melancolía, ya que recordó que, desgraciadamente, estas costumbres folclóricas estaban desapareciendo cada vez más rápido, dejando paso a un mundo demasiado predeterminado. 


Sin apenas darse cuenta, después de haber experimentado aquello esa tarde, a Dorotea le entraron unas ganas imperiosas de ponerse a escribir, de resucitar todo aquello relacionado con el antiguo folclore que tan en el olvido parece estar. Por lo tanto, al llegar a casa, se dispuso a preparar un rico té pakistaní, a encender una de sus aromáticas velas y a dejar que el aroma a canela acompañara su vuelta atrás en el tiempo. 
Y éste fue el artículo que nació de la inspiración con sabor a canela de Dorotea… 


Existe un fenómeno algo extraño, digno de observación y admiración, en el que su principal protagonista son las palabras. Sí, las palabras. Gracias a ellas, flotan en torno a nosotros miles y miles de historias, cuentos, canciones, leyendas, y una larga lista de creaciones maravillosas, que vuelan sin ser vistas, pero sí oídas; sin ser tocadas, pero si contadas. Y todas ellas nacieron un buen día de la imaginación de alguien, no sabemos quién, pero han ido creciendo y llenándose de magia gracias a todos y cada uno de nosotros. Y a este fenómeno, por catalogarlo bajo algún nombre descriptivo, lo llamamos “Textos folclóricos”. 
Todos estos “textos folclóricos” han sido transmitidos siempre de voz en voz, pasando por todas las familias desde el abuelo al nieto, durante siglos y siglos y siglos… Además, al ser transmitidos y crecer con cada persona que lo cuenta, todos ellos sufren modificaciones antes de volar hasta el siguiente oído. Por lo tanto, no todo el mundo lo contaba con las mismas finalidades ni las mismas moralejas, ya que eso siempre depende de, primero, la persona, y después la cultura o la época en la que nos encontremos. 


Alguna que otra característica más de este fenómeno al que llamamos “textos folclóricos”, es que todos y cada uno de ellos son textos donde la ficción es la reina del baile, la protagonista principal. A pesar de que en ellos se muestre la vida de la gente, sus sueños más profundos, sus deseos ó sus terribles miedos, todo ello siempre está descrito bajo una capa de ficción. Además, como bien hemos dicho antes, estas historias viven gracias a que son contadas de generación en generación, pero, a pesar de que muchos niños gozaban de ellas, no suelen ser historias muy apropiadas para el inocente oído de un niño. 


Y, cómo no, con los años, esta afición de contar historias se ha ido cultivando y ha sido degustada cada vez más, hasta que, al fin, a partir del S. XV, fue considerada como un bello arte que todos debemos conservar e intentar que nunca, por mucho tiempo que pase, desaparezca. 


Y una vez familiarizados ya con los textos folclóricos, veamos qué géneros se cultivan dentro de este maravilloso mundo…


Por un lado, nos encontramos con el teatro folclórico. Éste es un ámbito que lleva desarrollándose siglos y siglos, a pesar de que haya perdido un poco de fuelle con el tiempo. 


Dentro del teatro folclórico existen varias ramas que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo… En primer lugar, destaco que uno de los temas más tratados en este tipo de folclore ha sido y sigue siendo (aunque menos) la religión. En los pueblos, siempre ha habido una notada costumbre de exaltar la religión por medio de muchas formas, y llevar a cabo representaciones de su historia es una de ellas. Como ejemplo, tenemos la famosa representación de la “Pasión de Cristo”, la cual lleva siendo representada desde la Edad Media y, actualmente, como ritual de Semana Santa, sigue llevándose a cabo en muchos rincones de España. Y, en contraposición, cuando el tema de la religión ya había sido tocado, se llevaban a cabo también unas representaciones no tan religiosas… ya que eran representaciones con un carácter erótico, que levantaba el fulgor del pueblo. Éstas eran llevadas a cabo en las plazas de los pueblos y destacaban, sobretodo, en carnaval. 


En segundo lugar, destacamos un grupo de personajes muy curioso que también se ganaba la amistad del pueblo. Este grupo se hacía llamar “Cómicos de la lengua”. Destacaron, sobretodo, en el siglo de oro, el S. XVII, y no eran más que un grupo de actores que iban trasladándose de ciudad en ciudad, siempre dispuestos a divertir y entusiasmar a la gente con sus obras. Posteriormente, las obras empezaron a representarse en lugares concretos, siendo éste el nacimiento de las primeras compañías de teatro.


Y ya en último lugar, aunque no sea el definitivo, no podemos hablar del teatro folclórico sin recordar los famosos “Títeres de cachiporra”.  Este es el pequeño espacio folclórico destinado a los más pequeños, y se basan en la representación de una pequeña obra teatral utilizando muñecos de mano y un pequeño escenario a modo de casita, donde los personajes era lo único visible. Estas obras suelen tener siempre el mismo argumento: Aparece un protagonista con algo que aprecia mucho, y siempre llega una bruja, ogro, lobo u otro personaje malvado que quiere quitarle al protagonista su bien preciado. Posteriormente, el protagonista se pasa casi toda la escena buscando al malo hasta que, finalmente, lo captura y le castiga con una cachiporra. 


Por otro lado, dejando a tras las representaciones teatrales, nos encontramos con ámbito dentro de la cultura folclórica que resalta y aún permanece actualmente en nuestra cultura popular. Es el turno de la poesía folclórica, aunque más que de poemas, se trate de otro tipo de formato. Al hablar de poesía folclórica, nos referimos a todas aquellas canciones, nanas, rimas, acertijos, trabalenguas, canciones de juego, versos, e incluso… que nos han acompañado desde nuestra más remota infancia y que lo siguen haciendo hoy día, por mucha edad que tengamos. Sin embargo, no todas las manifestaciones de poesía folclórica están destinadas al público más inexperto e inocente. Durante la Edad Media, por ejemplo, estaban muy de moda las cancioncillas con temas referentes al pueblo en concreto, ó al gran tema del amor y el desamor, como se ve reflejado en las famosas Cantigas Galaico-Portuguesas. Y cabe destacar, también, que todas las oraciones (con más carácter pagano que religioso) que el pueblo cultivaba día a día, son también de carácter folclórico, tales como el famoso “Santa Rita Rita, lo que se da no se quita”.


Pero volvamos a aquello que sí estaba destinado a los más pequeños. Como en todo, al haber una gran cantidad de versos, acertijos, cancioncillas, etc… existen literatos que han decidido hacer una clasificación para poner un poco de orden. Uno de los grandes clasificadores de poesía folclórica es Pedro Cerrillo. Pedro Cerrillo es doctor en Filología y profesor de la Universidad de Castilla la Mancha, entre otras muchas cosas. Para él, la cultura folclórica infantil es un ámbito que considera perdurable a lo largo de la historia, pero, para ello, debemos querer conservarlo. Dentro de las investigaciones que ha hecho respecto a este tema, como bien decía antes, ha realizado una clasificación en la que destaca tres grandes manifestaciones de la poesía folclórica: las danzas de corro (canciones acompañadas de palmas, saltos, giros…); rimas de ingenio (retáilas, disparates, burlas, trabalenguas, adivinanzas…); y, por último, juegos, rimas de movimiento y danzas con acción (nanas, mover manos y piernas, lanzar objetos…).


Para acabar de profundizar en la prosa folclórica, voy a exponer algunos ejemplos que, seguro, nos dibujaran como mínimo una sonrisa saliendo de nuestra memoria los sonidos de nuestra infancia.
Alguna canción…


El Cocherito


El cocherito, leré,
me dijo anoche, leré,
que si quería, leré,
montar en coche, leré.
Y yo le dije, leré,
con gran salero, leré,
no quiero coche, leré,
que me mareo, leré.


La Barca


Al pasar la barca,
me dijo el barquero,
las niñas bonitas,
no pagan dinero.
Yo no soy bonita,
ni lo quiero ser,
yo pago dinero,
como otra mujer.
Quisiera ser tan alta
Quisiera ser tan alta como la luna,
¡ay! ¡ay!,
como la luna, como la luna,


Para ver los soldados de Cataluña,
¡ay! ¡ay!,
de Cataluña, de Cataluña.
De Cataluña vengo de servir al Rey
¡ay! ¡ay!,
de servir al Rey, de servir al Rey,
Y traigo la licencia de mi Coronel,
¡ay! ¡ay!,
de mi Coronel, de mi Coronel.
Al pasar por el puente de Santa Clara,
¡ay! ¡ay!,
de Santa Clara, de Santa Clara.


Algunos trabalenguas y acertijos…


Tres triste tigres comían trigo en un trigal
---
El cielo esta enladrillado
¿Quién lo desenladrillará?
El desenladrillador que lo desenladrille
Buen desenladrillador será
---
En un cuarto hay varios gatos
Cada gato en un rincón,
Cada gato ve tres gatos,
¿Sabes cuantos gatos son?


Y por último, después de haber echado la vista atrás a nuestra infancia, existe un género que no puede ser pasado por alto en el mundo de los textos folclóricos, y ese es, sin duda, la prosa folclórica. 


Dentro de la prosa folclórica, destacan los relatos breves y los cuentos. Y, como en todo, al comenzar a haber muchas tipos de cuentos y relatos breves, llegó un buen día un hombre que decidió poner un poco de orden y realizar una clasificación por temas. Ese hombre fue Vladimir Propp, y fue el primer hombre en realizar una clasificación en la prosa folclórica. Propp es de origen ruso, y al comenzar a introducirse en este mundo maravilloso, empezó por recoge todos los cuentos rusos que le fueron posible, para, posteriormente, clasificarlos por temas. Y Propp, después de su exhaustiva investigación, llegó a la conclusión de que, principalmente, existían cuatro tipos de cuentos. 


En primer lugar, Propp destaca los cuentos relacionados con mitos. Para él, un mito era aquello que nacía en base a una creencia concreta, muy relacionada siempre con las diversas religiones. Dentro de los mitos, los personajes principales eran dioses o héroes, gracias a los cuales se intentaba explicar todo aquello de la realidad que, muchas veces, se le escapa a la razón. 


En segundo lugar, cree que tienen mucha importancia todos aquellos cuentos en los que aparecen animales como protagonistas. Y, dentro de este tema, destaca a su vez dos categorías: los cuentos puros de animales y las fábulas. Respecto a lo primero, son cuentos en el que los personajes son principalmente arquetipos, destacando, además, que no son cuentos en los que destaque una moraleja, sino que, simplemente, llevan consigo una enseñanza. Y en relación a las fábulas, destaca que en ellas se representan los vicios y las virtudes de las personas, incluyéndose (esta vez sí) moralejas. 


Por otro lado, nos encontramos con los cuentos de fórmula. La singularidad de estos cuentos es que hay que saber muy bien cómo narrarlos, ya que su importancia reside, principalmente, en cómo se cuentan y en el efecto que éstos tienen en el niño, más que en la propia trama del relato. Dentro de estos cuentos, existe una misma fórmula en la que una misma frase suele ser la protagonista. En ellos suelen aparecer una serie de preguntas y respuestas, llevando siempre un mismo hilo conductor. Como ejemplos, nos encontramos cuentos como “La ratita presumida” ó “Los tres cerditos”.


Y ya por último, pero no por ello menos importante, Propp reserva un rinconcito para los cuentos maravillosos, donde los personajes principales son seres inexistentes, únicamente nacidos gracias a la imaginación, tales como las hadas, los duendes, los ogros ó, simplemente, un personaje que posea poderes mágicos. 


Sin embargo, Propp no fue el único que decidió hacer una clasificación de la prosa folclórica. En la Italia de 1920 nació un niño al que de nombre le pusieron Gianni Rodari, el cual no sabían que con los años, a pesar de no ser ya tan niño, nunca abandonaría ese mundo de ilusión e imaginación tan maravilloso. El hombre del que hablamos comenzó a escribir para niños en 1950, comenzando así una carrera en la que más de veinte libros conservamos de él, gracias a sus estudios de pedagogía y su arte escribiendo, donde la imaginación y la fantasía, mezcladas con una visión crítica y original del mundo actual, son las principales protagonistas. Dentro de sus libros, destaco algunos ejemplos como: “La gramática de la fantasía”, “Cuentos escritos a máquina”, “El libro de los ¿Porqué?”, “Cuentos largos como una sonrisa” ó “Confundiendo historias”. 
Y, para finalizar el pequeño rinconcito dedicado a Rodari, no podemos olvidarnos de la clasificación de los cuentos folclóricos que llevó a cabo. Para nuestro autor, todos los cuentos pertenecientes al folclore de dividían en tres temas principales: en primer lugar, destaca los cuentos relacionados con animales en general; en segundo lugar, resalta, al igual que Propp, todos aquellos cuentos en los que la magia y la fantasía son las protagonistas, tales como los mitos, los cuentos de hadas…; y en último lugar, nos encontramos con los cuentos en los que se mezclan las bromas y las anécdotas, como los cuentos del listo, del tonto… 


Y ya, para finalizar el apartado de esas personas las cuales han dedicado buena puerta de su vida a los textos folclóricos, debemos reservar un rinconcito a una mujer llamada Sara Cone Bryant. Nos encontramos ante la primera persona en la historia del cuento que decidió hacer de su pasión su trabajo: contar cuentos. Sara Bryant, nacida en 1873, se arriesgó a ganarse la vida transmitiendo oralmente todos aquellos cuentos que comúnmente se contaban en los hogares, siendo su mayor empuje el resultado de su trabajo: las sonrisas y el disfrute de los niños. Y, al igual que los autores anteriores, la mujer a la que nos referimos también intentó poner un poco de orden en todo este mundo del cuento, sólo que lo hizo de una forma muy diferente: en vez de clasificarlos por temas, los clasificó por edades. Sara C. Brayant creía que para cada edad había un tipo de cuento con unas características diferentes a los de las otras edades. Por ejemplo, cuando los niños tienen menos de dos años, han de ser cuentos muy visuales en el caso de ser vistos, siendo cuentos con mucha rima y ritmo en el caso de ser contados, tales como las nanas, las retahílas, etc. Por otro lado, cuando los niños se van haciendo mayores y se encuentran, por ejemplo, en la etapa de dos a cinco años, las características de los cuentos cambian notablemente, ya que han de ser cuentos en los que comience a incluirse algo de texto (siempre claro y de letra legible) y personajes con los que se pueda sentir identificado, además de poseer ya una trama algo más compleja con nudo, por ejemplo, acumulativo. Y ya, cuando nos encontramos en la etapa de cinco a siete, el cambio que se produce es muy sustancial, donde destaquen textos con algo más de contenido, empezando a introducirse ya temáticas como fábulas, cuentos de hadas, leyendas, etc. 


Siguiendo la línea de todas aquellas personas que le han dedicado buena parte de su vida a los textos folclóricos, voy a hacer un pequeño recorrido por la historia del folclore español y extranjero, destacado algunos personajes literarios que han recopilado y adaptado buena parte de los textos folclóricos que hoy conservamos. 




Y, para comenzar, no hay mejor forma de hacerlo que hablando de unos de los grandes artistas de nuestra historia: Charles Perrault. 


Allá por el S. XVIII, había un rey al que se le llamaba “El rey sol”. A este rey le encantaba que sus súbditos le entretuvieran contándole cuentos, y puso muy de moda esta costumbre en el Palacio de Versalles. 
Pero en la corte del rey, no todo era oro lo que relucía. Detrás de todos los lujos y las formalidades, se escondía un mundo de vicio y escándalo que poco gustaba a los moralistas de palacio. Y, entre esos moralistas, se encontraba Charles Perrault. Charles Perrault era uno de los grandes consejeros de palacio y, curiosamente, le encantaba contar historias. De pequeño, fue criado por una nodriza que le contaba historias de todo tipo y cuando Charles fue creciendo, las fue anotando en una libreta, para que nunca pudiera olvidarlas. Fue aquí donde empezó a crearse su pasión por los cuentos y las historias, aumentando esta costumbre con el tiempo. Además, él era un hombre sumamente culto; leía cuentos de todas las clases (italianos, cuentos celtas…), y gracias a ello, fue creando la destreza suficiente para poder publicar su primera serie de cuentos, los cuales se agrupaban bajo el nombre de “Cuentos de Mamá Oca”. Como curiosidad, resalto que una de las finalidades de estos cuentos era poder moralizar en la medida de lo posible a la corte del “Rey Sol”, esperando que con la moraleja y la sabiduría de cada cuento, todos aquellos que los leyesen pudieran recapacitar sobre su comportamiento. 


Pero Charles Perrault no fue el único que se dedicó al bello arte de recopilar y adaptar.  Por otro lado, nos encontramos con Hans Christan Andersen. El escritor del que hablamos nació en Dinamarca en 1805 y, desde los comienzos en su andanza en el mundo de las letras y las palabras, siempre se ha guiado por los mejores autores del momento como Stiller o E.T.A Hoffman. Y con esto quiero decir que él mismo fue el que se curtió en el mundo de la escritura, interesándose por él cada vez más. Por lo que, con el tiempo, decidió comenzar a crear sus propias obras, tales como “La Cerillera”, “Oliver Twist”, “La sirenita” ó “El patito feo”, por poner solo unos ejemplos. De sus obras, destacamos que principalmente lo que Andersen quería expresar era la realidad del mundo en el que se encontraban, un mundo donde la pobreza y la miseria eran tan comunes como el aire que respiraban. Por lo tanto, sus obras no tienen finales felices precisamente ya que, por desgracia, pocos finales felices había por aquella época. 
Sin embargo, Andersen no se limitó únicamente a inventar sus propias historias, sino que tenía también por costumbre modificar y adaptar obras que pertenecían al folclore de la época, tales como “ La reina de las nieves” ó “ El soldadito de plomo”.


Y, a parte de los dos grandes escritores a los que he hecho referencia, voy a recordar a una mujer que nos regalo la versión más extendida de una de las más bellas historias de amor que conservamos: “La bella y la bestia”. Esa mujer era Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, nacida un 26 de Abril en Ruan. Jeanne-Marie se dedicó en su vida profesional a ser institutriz, dama de compañía y profesora de música, pero lo que más le apasionaba era escribir, llegando a alcanzar más de 70 ejemplares nacidos de su imaginación y entusiasmo. Pero, sin duda, su celebridad fue ganada gracias a sus cuentos para niños, entre lo que destaca, como bien he dicho antes, su adaptación de la maravillosa historia de “La bella y la bestia”, dándole ella misma el nombre con la que hoy día la seguimos recordando, a pesar de ser una versión bastante diferente a la actual. 


Y, para continuar, no hay mejor forma de hacerlo que hablando de dos hermanos que crearon una gran unión gracias a la literatura y la magia de las palabras. Esos dos hermanos son los famosos “Hermanos Grimm”.  Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859) nacieron en Alemania, y profesionalmente se les consideraba filólogos. Sin embargo, su profesión fue mucho más allá. De por sí, a los hermanos Grimm siempre les había apasionado el mundo de los cuentos, hasta que, un buen día, les hicieron una propuesta que cambiaría sus vidas: recopilar historias folclóricas de los pueblos alemanes. Ambos hermanos aceptaron el reto y se embaucaron en la aventura de conservar todos aquellos tesoros que, si no se recopilaban, podían perderse con el tiempo. Una vez acabada la recopilación, publicaron un libro de cuentos alemanes, el cual tuvo tanto éxito que tuvieron que publicar varias ediciones e, incluso,  empezó a utilizarse como recurso en las aulas. Sin embargo, todos sabemos que la moralidad en aquella época estaba a la orden del día en los pensamientos de muchas familias, por lo que, con el tiempo, comenzaron a llegar quejas de los padres alegando que el contenido de algunos de los cuentos que se leían en las aulas no era especialmente acertado para la inocente mirada de los niños. Por lo tanto, el editor les pidió que modificaran algunos contenidos de los textos, hasta que, por fin, consiguieron que sus cuentos fueran aceptados por todos. 


Pero no todo esto quedaba únicamente fuera de España. Dentro de nuestro país, ha habido muchos recopiladores muy nombrados que han ayudado a que perdure nuestra cultura folclórica hoy día. 


Por ejemplo, allá por el siglo XIX, hubo una recopiladora llamada Cecilia Vol de Fabel, a pesar de firmar con un nombre totalmente distinto: Fernán Caballero. Quién iba a pensar que realmente era una mujer la que se escondía detrás de ese nombre, ¿Verdad? 


A Cecilia, la pasión por los textos folclóricos le venía ya de sangre, ya que su padre amaba el mundo del folclore, sobre todo las coplas. Sin embargo, ella tenía un don especial innato que le hacía amar la escritura, por lo que, aparte de dedicarse al folclore y hacer varias recopilaciones de cuentos, también escribió muchas novelas propias. Pero, en referencia a los textos folclóricos, a pesar de su amor por la escritura, Cecilia era bastante fiel a las versiones originales, nunca hacía adaptaciones. 


Y ya a finales de este siglo, nos encontramos con uno de los editores más famosos que tenemos en la memoria de nuestra cultura: Saturnino Calleja. 


El hombre del que hablamos se hizo famoso, principalmente, por la publicación de sus libros con cuentos para niños. En un comienzo, éstos eran libros de los mejores escritores del momento, hecho, además, de los mejores materiales, tanto para la cubierta como para el papel, por lo que no eran libros que pudieran ser adquiridos por todo el mundo. Debido a esto, las ventas no eran muy copiosas, así que decidió ampliar su campo de venta hacia un público con un nivel adquisitivo menor, por lo que tuvo que cambiar la estética de sus libros. En primer lugar, comenzó cambiando los materiales. Empezó a utilizar materiales más económicos, siendo de esta forma un papel más fino y barato. Después, pasó a cambiar el formato y tuvo la genial idea de hacer libritos muy pequeñitos, siendo de esta forma más novedosos y llamativos. Y por último, decidió que al poder fabricar más libros, aumentaría el ritmo de publicación, y comenzó a publicar libros semanalmente. Todo ello, gracias al creciente interés del público, hizo que el nombre de “Calleja” fuera pregonado, llegando incluso a crearse el famoso dicho popular de “Tienes más cuento que Calleja”. Como dato curioso, destaco que no sabemos quién escribía los cuentos que este editor publicaba, ya que el nombre se mantenía en anonimato, pero sí sabemos que aproximadamente una mitad eran cuentos de autor y la otra mitad cuentos sacados del folclore español.


Para acabar de recordar a los grandes recopiladores del folclore español, no podía olvidarme del Padre Coloma. Luis Coloma Roldán nació un 9 de Enero de 1851 en Madrid, y fue periodista, escritor y jesuita. Pero, ¿Cuál fue su principal labor literaria? Principalmente, a parte de la publicación de muchos libros, se dedicó a recopilar y adaptar cuentos del folclore español y europeo para darles una intención moralizante, añadiéndoles en muchos casos moraleja. Al ser muy católico, es curioso ver cómo cambiaba de esos cuentos algunos personajes “paganos” como hadas o duendes, para convertirlos en personajes cristianos. Además, a todos los “malos” de los cuentos los identificaba con el mismísimo demonio, creando un  nombre que serviría de recurso a muchos padres para amenazar a sus pobres niños: “Pedro Botero”. El personaje de “Pedro Botero” se puede identificar con el  “hombre del saco” o el  “coco”. Uno de los cuentos más famosos del Padre Coloma es “Las calderas de Pedro Botero”, aunque no fue éste el único personaje más identificativo de él, ya que nos encontramos ante el creador de aquel ratoncito que nos deja un regalo debajo de la almohada cada vez que un diente nos abandona: El ratoncito Pérez. 


Y ya para ir finalizando este recorrido por el folclore, me gustaría hacer un apunte que considero importante. 


Como bien hemos visto, existen muchas clases de cuentos folclóricos, una gran variedad de adaptaciones y de ediciones que nos regalan este tipo de textos ya de forma escrita. Por lo tanto, hay que saber elegir bien. Si un buen día nos apetece adquirir un libro en el que se hayan recopilado varios cuentos folclóricos, es conveniente y hasta imprescindible seguir una serie de consejos. Por un lado, no debemos decantarnos nunca por un libro en el que no aparezca ficha técnica ni unas mínimas indicaciones que nos presenten el origen y la creación del libro. Por otro lado, si se indica el nombre del adaptador del cuento, es bueno que venga indicado en qué aspectos se ha basado y qué criterios ha utilizado para llevar a cabo su adaptación. Además, siempre será mejor que sea una adaptación que proceda directamente de la original, ya que si es la adaptación de otra adaptación el cuento va perdiendo su esencia. 


Pero, ¿Qué ocurre si queremos adaptar nosotros mismos un cuento? Como bien hemos visto, muchos relatos folclóricos no son del todo apropiados para todas las edades y, quién sabe, si alguna vez en nuestras vidas queremos darle nuestro toque especial a un cuento y adaptarlo para un grupo de niños en concreto, como puede pasar en un aula de educación infantil, por ejemplo. En ese caso, debemos tener en cuenta también una serie de aspectos indispensables para conseguir una buena adaptación. En primer lugar, debemos encontrar un cuento correcto y apropiado para adaptar. Una vez conseguido, cuando empecemos a modificar aspectos, debemos intentar conservar la esencia, los aspectos fundamentales y los símbolos básicos del cuento. Por ejemplo, es bueno cambiar en ocasiones únicamente objetos o personajes para no modificar en exceso. Podemos, también, recortar el cuento si es demasiado extenso. Pero, por encima de todo, a la hora de modificar un cuento, lo que más ha de importarnos y servirnos como referencia ha de ser los intereses y los gustos de los niños. 


En definitiva, como hemos comprobar, aunque un poco por encima, el mundo del folclore es un mundo mucho más extenso del que nos podemos imaginar. Con este artículo, hemos podido acercarnos un poquito más él, pero es solo un granito en toda la montaña que debemos construir año tras año, siglo tras siglo, para que nunca, por nada del mundo, perdamos la costumbre de contar cuentos y transmitirlos a los oídos y los corazones de las nuevas generaciones. 




WEBGRAFÍA





http://www.cucurrucu.com/trabalenguas-4/index.

http://www.guiainfantil.com/servicios/musica/Canciones/palmas.htm

http://acertijos.elhuevodechocolate.com/de1a12/acertijo13.htm

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/grimm.htm

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/andersen.htm

http://www.cuatrogatos.org/articulogiannirodari.html


ALGUNOS SITIOS INTERESANTES



http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/folclor/folclor.htm


http://www.manosalarte.com/cuentospopulares.html


http://www.encuentos.com/leer/cuentos-folkloricos/

http://www.bnm.me.gov.ar/cgi-bin/wxis.exe/opac/?IsisScript=opac/opac.xis&dbn=BINAM&src=link&tb=tem&query=CUENTOS%20FOLKLORICOS&cantidad=&formato=&sala=













2 comentarios:

  1. Perfecto. Tienes un par de erratas. La más gorda es haberle atribuido a Andersen "Oliver Twist", que es de Dickens. Os lo nombré en clase para que os hiciéseis una idea del tipo de literatura realista-juvenil que se hacía en aquella época.

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  2. El tipo de letra que tiene esta plantilla en los comments y en los gadgets no admite tildes (debe ser inglesa)... por eso faltan letras en muchas palabras.

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